Sé que este reseña no va a gustar demasiado a los incondicionales (que son muchos) de la alabadísima “El curioso caso de Benjamin Button” (2008) que con 13 nominaciones se ha convertido en la gran favorita para la próxima gala de los Oscar. Y afirmo que no va a gustar demasiado porque creo firmemente que se trata de una película correcta que se ha sobrevalorado por parte de la crítica.
No hay que negarle a la cinta de David Fincher que parte de una original idea basada en el relato corto (del mismo título) de F. Scott Fitzgerald (con permiso de la Sra. Pichini…), ya que poder presenciar la evolución inversa de un hombre que nace viejo y muere siendo un bebé es una innovación que hay que valorar. Si a este hecho unimos el soberbio maquillaje utilizado para mostrarnos los cambios físicos experimentados por Button, el éxito está más que asegurado.
Sin embargo, una película (de unos larguísimos 167 minutos) cuyas bazas más destacables sean simplemente su originalidad y su maquillaje no asegura (ni por asomo) que se la pueda catalogar (como he leído por ahí) de obra maestra.
Benjamin Button nace en Nueva Orleans en 1918. Tras un parto difícil su madre biológica muere y su padre, un próspero fabricante de botones (=Button), decide abandonar a su “monstruoso” bebé cuyo aspecto es el de un anciano de más de 80 años. Recogido por Queenie, una afroamericana que trabaja en un asilo, el pequeño Benjamin crecerá “al revés” observando cómo rejuvenece mientras las personas a las que ama envejecen y mueren. Una de esas personas que marcará profundamente su vida será Daisy: la nieta de una de las visitantes del asilo.
Y es precisamente Daisy la que inicia la historia en 2005 cuando se encuentra moribunda en un hospital de Nueva Orleans (a punto de ser arrasada por el huracán Katrina) y le pide a su hija Caroline que le lea el diario escrito por Benjamin, su gran amor. Una serie de flashbacks servirán para introducirnos en el (valga la redundancia) curioso caso de un niño viejo que acabó convirtiéndose en un viejo niño. Su periplo vital no sólo nos muestra sus sorprendentes cambios físicos (y los de quienes le rodean) y los acontecimientos históricos que vivió, sino que dará una importante relevancia a una historia de amor a prueba de la distancia y del tiempo.
Vista así, los y las que todavía no se hayan acercado al cine para ver la película llegarán a la conclusión de que, como mínimo, la historia promete. El problema es que tras saciar nuestra curiosidad inicial, “El curioso caso de Benjamin Button” deviene una interminable sucesión de topicazos (en este caso con cierto regusto a filosofía “para llorar”), algunos chistes pelín facilones y almivarada historia de amor que nos retrotrae a otras películas como “Tomates verdes fritos”, “El diario de Noa”, “Titanic”, “La milla verde” o “Forrest Gump” (no en vano Eric Roth firma también este guión). Este cóctel perfectamente hilvanado se halla aderezado por una preciosista y lírica puesta en escena que puede llegar a provocar un empacho visual.
Y sí, la fotografía y gran parte de las escenas que vemos son realmente espectaculares, pero se busca tan desesperadamente crear imágenes “bellas” y nunca vistas que se consigue trufar la película de cierto barroquismo algo cansino.
Nada que objetar a la primera hora de metraje que roza (prácticamente) la perfección, pero mantener el mismo nivel durante casi tres horas no es tarea fácil y opino que Fincher no supera la prueba consiguiendo (al menos en mi caso) algún que otro bostezo soslayado por la también estupenda media hora final.
Sí que hay que destacar el ya citado excelente maquillaje y no sólo en el caso de Benjamin, sino también en Daisy, aunque el tratamiento digital empleado en Pitt-viejo y Pitt-adolescente nos presentan a ambos personajes con un aspecto algo extraño.
Para mí cinco son los actores y actrices sobre los que recae el peso de la historia. Taraji P. Henson (Queenie), Julia Ormond (Caroline) y Tilda Swinton (Elizabeth) resuelven con solvencia sus personajes secundarios, aunque me quedo con la Swinton que está fantástica en su breve papel. Evidentemente Brad Pitt y la estupenda Cate Blanchett son los grandes protagonistas y como es bien sabido, el primero ha sido nominado al Oscar al Mejor Actor. Sinceramente no entiendo qué han visto en Pitt para premiarle con semejante honor, puesto que si exceptuamos su convincente actuación como anciano (y hay que volver a dejar claro lo soberbio del maquillaje) en cuanto recupera su aspecto “normal” el esposo de la Jolie realiza una interpretación de lo más plana, eso sí, luciendo palmito para disfrute de sus numerosas fans.
También ha sido nominada la BSO de Alexandre Desplat, aunque poco puedo comentaros de ella porque me pasó prácticamente desapercibida.
De todas formas, y aunque lo dicho hasta ahora parezca lo contrario, no se trata (para nada) de una mala película (basta recordar momentos sublimes como la historia del relojero Gateau (interpretado por un recuperado Elias Koteas), esa serie de terribles casualidades que provocan el accidente de Daisy o la muerte de Button-bebé en los brazos de una Daisy anciana), pero no es tampoco esa maravilla sin parangón que pregonan por ahí.
Seguramente “El curioso caso de Benjamin Button” se erija en triunfadora de la gran noche de Hollywood y es que su hipnótica fuerza visual apenas deja entreveer que bajo ese envoltorio de seda, satén y terciopelo no es oro todo lo que reluce.
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Briony
